Viajé al pasado de mi isla nublosa,
desorientada por tanta maldad en los quicios de la tierra;
viajé en el recuerdo de las profundidades donde yacemos,
en el cuaderno de
rutas de los horizontes borrosos,
en el edén de un epitafio en blanco
y en las páginas cilíndricas de un yo hundido
acompañada de un gran interrogante que nunca se cierra
cuando las noches se convierten en frías ausencias.
Viajé y encontré la memoria en solitario,
pregonando frases sin
consonantes ni vocales
en la intimidad de un cuerpo, tapándose el rostro,
alumbrada por el faro de unos ojos con lágrimas
y perdida entre la sed de mi alma
porque nadie le había puesto nombre a la distancia.
Viajé con mi único equipaje, mi maleta de versos,
con poemas emborronados, escritos con tinta de mis venas
y esa música mística que acompaña y entona mi nostalgia
cuando siempre busco en el olvido
y solo encuentro la soledad de manos apagadas
y la sequedad de las miradas.
y solo encuentro la soledad de manos apagadas
y la sequedad de las miradas.
Sigo rumbo hacia el sur con el inquietante vuelo de mis
alas;
sigo al lucero que me
indica donde encontrar
el secreto para tapar tantas grietas encarnadas…
Pido que el sol purifique mi llanto de mujer desconsolada
y así cerrar el epilogo de estas páginas…
María Sánchez/ junio 2018
Poemario: Dos mujeres al borde de la esperanza
Reservados los derechos
Poemario: Dos mujeres al borde de la esperanza
Reservados los derechos
Un placer leerte, María. Un fantástico viaje del que he quedado encantada. Un abrazo
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