sábado, 7 de mayo de 2016

El atardecer...


El mar agudiza mis sentidos,
soy roca contemplativa
en el acantilado terrenal.

El horizonte es un Dios,

que se apodera de mi ser,
descalza voy a su encuentro.
Rendido el atardecer cae a mis pies
y la brisa cristaliza mis pensamientos.

En un altar de nubes
la vida yace en múltiples colores,
donde imploro tu nombre.
Sollozando prendo el camino 
que iluminan las estrellas
hacia la isla de los versos adversos,
aquellos que fueron escritos con agua y arena,
aquellos que avivan el fuego del universo.

María Sánchez/ mayo 2016
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