sábado, 8 de febrero de 2014

Donde mi grito sea eco...


Fui niña en el silencio
sin la dicha merecida.
Me hicieron subir a gatas
por el árbol de la vida,
la corteza se me clava
entre las piernas y las manos.
Nadie me enseñó cómo llegar
a la cima, a lo más alto.

No fue mi  infancia
de  cuentos de  princesas,
ni de  bellas durmientes,
ni de hadas y cenicientas.

Fui el triste ángel negro
con alas blancas y rotas
y mi cara una flor  roja
de timidez  muda y ciega.

Deshoje las  margaritas
que yacían en los campos,
cumplí bellas primaveras
con los miedos y fracasos.

Escribí  poemas
en  papeles mojados
y en tardes de melancolía
narré historias de amor
de príncipes encantados.

En tazas de porcelana
guardo la esencia de la vida
y canto con mi triste voz
                       la fe de mi alma cautiva.                                                                              
Después de todo lo vivido,
en un mundo de  dolor,
recojo mis pensamientos,
lucho por seguir
hilvanando  los recuerdos,
endulzando  las derrotas
y le pongo plumas a mis sueños,
los echo a volar
buscando horizontes nuevos
donde mi voz sea grito,
donde mi grito sea eco
y proclamar la victoria
arrastrada por los vientos.


(M. Sánchez, octubre, 2012)