Hay un anochecer detrás del horizonte
donde bailaba la luna trotando a caballo.
Su rostro, en la orilla,
entre la espuma se difuminaba…
Una mujer de triste figura,
agua que la balanceaba
y al trote, como las olas,
un corazón la llamaba.
Fue el espejismo en la arena,
unos ojos verdes,
los que alumbraban
y fue esa luz la que iluminó el firmamento,
destronando al lucero del alba.
Mujer de triste figura,
iluminó su rostro luna de sangre,
de agua, de sal…
Una gaviota vuela sin alas…
Llantos que se apoderan de la madrugada,
la música va cayendo,
como un eclipse de luna y mar,
como los pétalos de los sueños
sobre tu almohada.
María Sánchez/ julio 2018
Poemario: Dos mujeres al borde de la esperanza
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