Si nos hubiera abrazado
el llanto de la mañana,
no le hubiese vendido mi alma al diablo
y te habrías quedado
con la brisa de mis lágrimas…
Pero ahora, ahora no me queda nada,
ahora mis ojos se detienen temblorosos
y... que diferente es todo
cuando pienso en la soledad
lejos de las rutas del silencio.
Apago un momento la luz,
quiero ver el centro del universo,
confío en las vueltas de la noria,
confío en los días del tiempo.
Miro como cae la lluvia en la ventana,
escribo con garabatos de amor,
sigo caminando dando tumbos
y vistiendo de luto mis esperanzas.
Ya no te pueden
alcanzar,
sólo te puedo amar en mis recuerdos,
sólo puedo confesar que te
extraño
y ante la grandeza de los sueños sin dueños
quizás, nos encontremos, nos miremos de rabia
y pleguemos las alas, conteniendo los besos.
María Sánchez/ Noviembre-2017
Reservados los derechos
( Del poemario: Tapándole la cara a la luna)
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