Cerré mis ojos…
Paseaba por unas
aceras de la despierta ciudad....
Nos alimentamos del azahar exprimido
que a primeras horas de la mañana,
entre los rayos de sol y el rocío,
eran repartidos en terrazas de bares.
Tantas historias encierran
los siglos,
que los naranjos danzaban al compás
y con tanto entusiasmo eran confundidos
por los grupos de turistas que aplaudían
la alegre musiquilla que
ofrecían los patios.
Recorrimos el colorido barrio de laberintos,
calles con salidas a
una Plaza
donde un Murillo alzaba su virgen al cielo,
donde un poeta en cada esquina
despertaba al Bécquer
más romántico,
donde en un jardín descansaban los sauces
y con sus arrugadas cortezas de centenarios
invitaban a grabar
tanta dicha de belleza.
Unos cisnes nadan en
la serenidad y el silencio
y me recuerdan que el amor y la libertad…
se dan la mano y siguen los latidos del camino.
Marí@ Sánchez, octubre, 2014
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