(A mi hija, Judit)
Hay poemas escritos solos,
sin pluma ni papel
porque están engendrados en nuestro corazón,
con el amor nacido dentro de nuestro ser
y es la luz encontrada al final del túnel.
Me elegiste para ser concebida,
para nacer de mí
y te preste mi cuerpo.
Eres carne de mi carne,
sangre y aire de mis pulmones,
tú eres, la luz
de mi amor.
Tu eres la luz iluminando los días de mi ceguera,
la marea del piélago de mis versos
donde crezco y nado…
el beso
enraizado del amor en mi vientre.
Si entre todos los amores de mi vida me diesen a
elegir
tú, hija mía,
serias la luz y guía de mi existir
porque prendiste de los carbones
de la magna luz del alma.
María Sánchez/ septiembre, 2019
Poemario: Mundo quimérico
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