Me acostumbre,
al orgullo del amor,
a la oscuridad de los bolsillos
vacíos de ternura,
a las persistentes costuras,
a los corazones desgarrados
gritando la ira y el resentimiento.
Me acostumbre,
a las sabanas palpitantes y frías,
a las arrugas que dejan las noches oscuras
sin testigos de otros amaneceres,
a buscar en las manos teñidas del olvido,
a las mentiras con sabor a hiel,
a los gritos de los enlutados labios.
Me acostumbre,
al silencio hostil de las rocas,
al aleteo constante de las olas,
al bofeteo de la arena
cuando sopla el levante,
y… a gritar tú nombre
Inmersa en versos torcidos y salvajes.
Me acostumbre y olvide
que solo se vive una vez
y vivo con el suplicio
de ese nuevo amanecer.
María Sánchez/ 2016
No hay comentarios:
Publicar un comentario