jueves, 5 de noviembre de 2015

Juzgar a la lluvia...


Juzgamos  a la lluvia
porque cae mansamente,
mientras, nos embobamos  y extasiamos
por la docilidad con la que se mueve
y bebemos su  dulzura sin saber
si son lagrimas de sueños rotos,
porque cala su humedad
por los poros de los huesos,
desde el punto de partida
que se empieza a sentir su llanto.

Todo se pierde en un  instante,
cuando la tormenta lanza su ladrido.
Todo se pierde en un momento
cuando el relámpago prende
el fuerte fogonazo del olvido.
Y después, criticar a la lluvia
porque nos hizo sacudir todos los sentidos,
y después,  el áspero  llanto
nos consuela bajo un paraguas,
cubriendo todas las vergüenzas de un verano.


María Sánchez/ Noviembre 2015
Reservados los derechos

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