Me metí los dedos para vomitar
las náuseas de dolor,
llene el agujero que ocupabas
con el perfumes de
nuevas primaveras.
Ya eres ruina bañada por siglos,
te alimentas de musgo y humedad
llenando los infinitos espacios
que habitan en mi interior.
Mencionar tu nombre
ya no acelera el
ritmo de mi corazón.
Quizás, porque
se haya esparcido
el agrio de tus besos.
Quizás, porque
se hayan cerrado los
poros
y no siento la brisa
que embriagaba mi cuerpo.
Quizás, estos versos
sean la larva que escupe
el daño de tu recuerdo.
Sera porque sólo queda
la esencia del amor que nos tuvimos
y un jarrón con las rosas
negras.
María Sánchez, abril/2015
(Reservados los derechos)
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