Cuando el reloj suena,
el péndulo se tambalea
y llama al rincón de mi memoria.
Mientras, el sol
me extiende sus cálidos brazos
y me saca sin mudanza
de una casa desconocida,
yo dirijo mi mirada indiscreta
a una desordenada habitación
donde maduran los recuerdos.
Digo adiós a mi soledad
y a las noches en vela.
Después,
me miro en el espejo del ocaso
y veo la sombra del olvido.
Salgo al encuentro de la vida,
busco por calles deshabitadas
hasta que cabalgando llego
a la frontera del destino
donde el tiempo muere
en la palma de mis manos.
( M. Sánchez, mayo, 2012)
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