(Este poema fue inspirado en mi primera visita a Tetuán- Marruecos)
Una vez más,
el mundo me
enseña sus carcomidos dientes
y sus tripas
ruidosas clamando por la vida.
Entre los
laberintos de hambres,
resiste la
ceguera en las voces de una oración
que no cesa
al caer la tarde.
En su
lentitud,
se saborea en
cada paso
el reflejo del
memorial de unos pies,
sin notar el
frio o la lluvia
en sus
zapatillas gastadas,
al cruzar la
ciudad.
Y en laderas de caminos asfaltados,
mujeres
cargan en sus espaldas
La luz y la
esperanza, sin importarles
la pesada
carga llevada en su vientre.
Emborronados
aromas de azahar, de incienso…
Son confundidos
con la polución de los gases
y, sabores a
canela, a miel…
con la
crudeza de la carne.
Llegué con
mi maleta llena de versos,
regreso, con
la nostalgia perdida,
llorando mi
corazón y calándome los huesos
por la
amabilidad y sencillez de su gente.
Mientras, el
sol amanece para todos…
Y sus rayos
siguen alumbrando todos los lugares,
desde Tetuán
hasta Cádiz…
Mi alma se
quedó perdida entre la cal de sus calles.
María Sánchez/
marzo-2020
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